Tim cerró los ojos y dejó a Jim hacer. Dejó que le cogiera la mano, que le rozara los labios, que le atrajera hacia sí. Y le dejó hacer, porque él no sabía decir que no.
Le dejó que acariciara su pelo negro y se separara de él un sólo segundo, para mirarse el uno al otro.
Pero ninguno dijo nada, se entendieron con las miradas. Jim quería seguir, Tim no quería parar.
Tal vez nadie lo llegase a entender. Ni yo misma lo hubiera entendido, sólo puedo hasta cierto punto. Pero ellos se amaban. En un plano superior ¿Valía todo? Jim lo creía así, Tim no podía pensar. Se enredaron el uno en el otro. En un momento así, maldito el que hubiera respirado. El mundo estaba hecho a medida de otros, para otros eran las reglas.
Había que romperlas.
Tim se agarró con fuerza. Notaba el frío y áspero tacto de la ropa de Jim.
-¿Te podría querer?- preguntó.
Jim no dijo nada.
A buen entendedor, pocas palabras bastan.
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