miércoles, 29 de febrero de 2012

Algo interesante.

-Eeeeh, bueno, puees... sinceramente... no sé qué decir, así queee...¿Por qué no empezamos a disfrutar del silencio hasta que deje de ser incomodo? Tal vez entonces se me ocurra algo interesante de que hablar.

domingo, 26 de febrero de 2012

Venga Logan. Un movimiento. Levanta el brazo, aprieta.

Logan entró de nuevo en la casa.
Sabía que Sarah no haría nada. Nada de nada.
Cerró la verja al entrar. Inspiró hondo y dio un paso. Y otro. Y otro más.
Cuando llegó por fin a la puerta, no tuvo valor para tocar el timbre.
Se quedó allí, de pie, mirando el porche.
Venga Logan. Un movimiento. Levanta el brazo, aprieta.
Pasó mucho tiempo antes de que consiguiera convencerse.
Ya al atardecer, cuando la niebla difuminaba las colinas verdes y el cielo se teñía de rojo, llamó.
Se oyeron pasos cansados en las escaleras, que se acercaban.
Sarah abrió la puerta.
Estaba mal. Pero se había maquillado, en un acto de bienvenida.
-Por fin- susurró. Abrió la puerta del todo y dejó entrar a su compañero.
Logan entró despacio, y Sarah cerró la puerta.

Días raros

Es una pesadilla.
Corro a lo largo de la estación, desesperada.
Sé con certeza que no puedo hacer nada, el tren ya ha cerrado sus puertas.
Me distraigo sin querer. No soy dueña de mí misma.
Y tú estás a mil kilómetros de mí, sin que me dé cuenta. 
¿Cómo puedo evitar que te vayas?
¿Dónde está esa maldita palabra? ¿Abra cadabra?
Quiero estar en una película. De esas en las que todo sale bien.
Me invade una sensación de impotencia que no me deja respirar. Mis piernas me fallan. Demasiada gravedad. Te busco, para huir de mí misma. Y de mí misma huyo, sin saber como.
Siento la adrenalina en mí sangre. Pero estoy dormida.
Y al despertar, estoy donde debería estar. Y todo sigue igual. 
Igual de vacío. 
¿Cuando dejé de soñar?
En mi sueño había un problema. 
Soy yo la se fue.
Y tú no me seguiste a la estación.
Soy yo la que se fue.
Y tú no sentiste lo que yo siento.
La habitación está tranquila. Como si no le importara tu ausencia. 
La luz entra, tímida por la ventana abierta. Pero es un segundo interior. Las flores se marchitaron, y ahora son de plástico.
El día es extrañamente bueno. El sol calienta y la gente ríe y desnuda sus piernas. 
Todo contrasta con tu marcha.
Se acabó el contrareloj.
Las sábanas me acunan, y el despertador canta el ritmo de una nana sin querer.
En mi cabeza suena una canción cruel. De esas que no inspiran nada malo, ni nada bueno, y te dejan una sensación extraña.
Durante el tiempo que estuviste, estuve luchando en una guerra. Quería ganar, pero estaba cansada. Y cuando iba a perder, y todo iba a acabar, me diste una segunda oportunidad. Sabiendo que apenas podría aprovecharla. 
Volví a perder. Debería estar acostumbrada. Levantarme, hacer café y tal vez hacer un bizcocho de fresa, de esos que hago con yogur. Para no pensar, y dejarlo en la mesa, muerto de risa. Porque no me gustan.
Hoy es un día raro. Tal vez por la luz que hay en pleno febrero, o porque me has malacostumbrado últimamente. O porque he tenido una pesadilla. O porque todo sigue igual a mi alrededor.

Cosas de mi caja rosa.

Una amiga rodeada de delirios e inspiración.
Una azotea con vistas a los tejados.
Un lugar donde cobijarse cuando empiece a llover.
Un futuro incierto con un final inconcebible.

Un momento de inflexión.

Una palabra sin significado.
Un pastel sin guinda.
Una canción sin notas.
Una partida de ajedrez sin reina.
Una guerra sin bandos.
Una voz sin nombre.

Un cambio de dirección.

Un día.
Un mes.
Un año.
Una promesa.
Una mentira.
Una verdad.
Un deseo.
Una foto.
Un verso.
Un punto final.

Una persona que deja huella.

Avísame cuando despiertes.
Cógeme si puedes.
Cuéntame un cuento.
Regálame una infancia.
Quema la comida.
Sígueme a ningún lugar.
Guíame a tu mundo.



Yo, el Rey

Magia se creyó muchas cosas. Firmó con Yo, el Rey, y jugó a Polis y Cacos con pistolas de verdad.
A veces se cae de la cama, y ha tenido pesadillas. Y siempre odió a su madrastra.
-¿Pero como va a saber esa de la vida, si sólo hace cosas de mayores? Mayores, mayores y mayores. Y yo me paso el día trabajando en el cole.
Pero esa niña no era una niña.
Jamás nadie esperó de ella tanta madurez.
-Pero ahora tengo que centrarme en mí misma, y ser yo. Es lo que toca, aún soy una niña.
Y su gato la miraba con anhelo ¿Qué quería ese maldito físico?
Magia ponía acentos en su nombre. Sin por qué, sin reglas.


sábado, 25 de febrero de 2012

Cosas que antes no dije

Cuando pase mi tormenta, quedarán devastados ellos. Cuando me de cuenta de mí misma, ellos sabrán quién soy. Más vale que se cuiden, porque yo no dudaré en ser cruel.
Si alguna vez fui compasiva, ahora ya no soy nada.
Besé su mano una vez. Ya no más.
Cerré los ojos y me quedé ciega. Una vez. Ya no más.
Juro no cerrar más los ojos. No quedarme dormida. No beber el veneno. No quedarme callada. No ahogarme en un vaso de agua. Juro ser lo que siempre he sido en realidad

Otto

Al salir del cine, Lonely estaba aún tensa. Nos subimos al coche. Ella llevaba su batido, yo la llevaba a ella.
-Me he hecho daño en las manos- murmuró mientras habría las palmas y me enseñaba marcas ensangrentadas de uñas.
-¿Pero qué coño...? ¿Hace cuánto que no te cortas las uñas?
Sonrió como pudo, pero no respondió.
No pude hacer mucho con sus manos. Como siempre, no pude hacer mucho por ella.
Se las cogí y le eché agua de la botella que había en el asiento trasero del coche.
Ella me miraba mientras lo hacía.
-¿Te sabes el chiste de Otto?
-No.
Empezó a reírse.
-Otto que no se lo sabe- farfulló entre carcajada y carcajada.
Sonreí.
-Eres como una niña pequeña.
-Pero tengo excusa. En mi infancia no fui una niña pequeña. Fui una niña grande.

Un regalo de mí para mí. Me hago tan feliz.

Para cuando no me acuerde de mí. Cuando me pierda a mí misma. Para recordarme


Soy como soy. Soy infinitas cosas. Infinitas malas. Infinitas buenas.
Pero no soy tú. Soy yo. Sólo yo. Como tú.

Una vez escribí una carta. En ese momento no sabía a quién se la escribía. Ahora sí. A todos los que no creyeron en mí. A todos los que me abandonaron. A todos los que me odiaron. A todos los que me despreciaron. A todos los que me quisieron cambiar.
Os la dedico.
Con cariño.
Yo, el Rey.

12-9-1997


La música


Me duele la música porque es efímera. Porque me hace recordar un pasado que sólo fue presente unos segundos, y querría haber sido presente para siempre.
Me duele cada nota porque me gusta.
Me duele cada segundo que pasa cuando la escucho, porque ha pasado.
Me duele porque no quiero parar el tiempo, ni adelantarlo, ni atrasarlo.
Me duele porque me cansa.
Me duele porque cada verso me debilita.
Me duele porque me hace llorar, reír, pensar…
Me duele porque me hace sentir pequeña.
Me duele porque sé que jamás seré como ella.
Tan perfecta…
Me duele porque me mata por dentro.
Me duele porque no puedo describir como se retuerce cada una de mis células, como mi mente intenta morirse para dejar de pensar.
Me duele porque no quiero parar, ni quiero seguir tampoco.
Me duele aunque no me de cuenta.
Me duele aunque nadie se dé cuenta.
Me hace sentir bien, y mal.
Me duele porque necesito gritar, y llorar, para dejar de sentir, pero no puedo.
Me duele porque me hace sentir feliz en medio del dolor.

jueves, 23 de febrero de 2012

Promesas por cumplir

Un día te hice una promesa. Tú no la escuchaste, porque fue en silencio. Pero me prometí que lo haría todo por ti.
Y ahora no puedo fingir más, a pesar de que me lo has pedido. Cuando intento parecer feliz, sabiendo que no lo estás.
Cuando cualquier tema me resulta totalmente fuera de lugar, y lo único que me gustaría decirte es lo mucho que lo siento y poder abrazarte fuerte y decirte que todo irá bien.
Así que no te preocupes, por mucho que me cueste, prefiero sufrir contigo, que consolarme a mí misma.
No te preocupes porque puedes contar con que seguiré fingiendo. Seguiré sacando temas banales de conversación, y hablando de mí, para que dejes de pensar en tus problemas. Seré tu Eco.

domingo, 19 de febrero de 2012

No quiero acabar el viaje

Lonely me dio la mano, olvidando que no me quería.
-No te entiendo- susurró.
Sonreí, contrariado.
-Dime por qué, y te responderé.
Esperó un rato, deleitándose en el silencio, acariciando mi locura.
-¿Por qué cambias tu coche por un viaje conmigo?
Me encogí de hombros, aunque ella no apreció el gesto.
-Es fácil de adivinar.
-Pero es difícil de creer. Te diré un secreto.
Me miró expectante. Asentí.
-Nadie quiere un segundo viaje conmigo. Yo habría dado todos los viajes con todos.
Me sorprendió su confesión. Más de lo que habría imaginado.
-Increíble- me limité a decir.
-No quiero acabar el viaje.
-Puedo pedirte un tercero.
Asintió.
-Puedes pedírmelo de rodillas.
Me paré en seco y la arrastré conmigo de la mano, dejándola a un par centímetros de mí.
-Pero hoy no, Loneliness. Estoy cansado, y no me quiero agachar. Tendrás que confíar en que yo no soy nadie, ni soy los demás.

Perfectamente

Tal vez sea que esta canción me hace delirar, o que hoy es un día marcado en el calendario con una cruz. Que hoy será el único domingo que vaya a misa. Que recuerde todas las malas noticias que me dieron, todos los momentos significativos, todas las esperanzas vanas. Pero no puedo dejar de pensar. Porque hoy tengo una historia que contar, una lágrima que derramar, un milagro que esperar, una vida que recordar, un momento que olvidar y un nudo en la garganta. Hoy me siento perfectamente mal. Y cuando me preguntes cómo me encuentro, sólo responderé con el perfectamente, para que no sepas comprender. Porque hoy soy yo la que tiene que ser fuerte, hoy soy yo la que tiene que consolar, aunque necesite consuelo. Hoy tengo que aguantar todo lo que tengo en la cabeza. Por eso no quiero que me digas nada, porque una sola palabra me hará caer, y entonces no podré levantarme.

Donde nadie mira.

En un mundo donde nadie mira. Donde los ancianos caminan cogidos de la mano, como dos adolescentes enamorados. Donde es cierto el infinito, y el principio ya es lejano. Donde habitan los que un día dejaron de habitar, los que son echados de menos, los que hicieron buenas obras. Es dónde yo voy. Donde no hay guerras, pero hay guerreros, cuyas armas son la palabra y no causan dolor al compañero.
Donde los niños no crecen, ni pierden la inocencia, donde el más fuerte ayuda al más débil y viceversa, donde se aceptan los errores propios, y no se odia ni a los blancos ni a los negros. Ahí es donde yo estoy.
Pero no te dejo sola, no te dejo marchitar. Estaré contigo cuando no puedas mirar, cuando cierres los ojos en la oscuridad, cuando se te olvide caminar hacia delante, cuando mires hacia atrás, cuando cumplas años o no puedas más. Ahí estaré yo, ayudándote a ser feliz. Desde el mundo donde nadie mira.

domingo, 12 de febrero de 2012

Como la flor de El Principito.

Sarah había dejado de mirar por la ventana. Nunca creyó de verdad que Logan la quisiera. No lo suficiente como para quedarse. No lo suficiente como para despedirse con un beso. Sólo dejó una nota en la cocina. El problema es que no sabía a dónde había ido, para traerle de vuelta. Era un inconsciente, sabía que ocurría fuera de esa casa.
Al principio se dedicó a gritar. Luego a mirar por la ventana, pero al final, dejó de esperar.

¿Nunca has leído El Principito, Logan? Yo soy la flor, y tienes que cuidarme. No te vayas que me marchito. Sólo tengo unos putos pinchos. De esos que no hacen nada. Has abandonado tu mundo, pequeño Principito, y a mí con él.
Y lo peor es, que, como siempre, me di cuenta de todo cuando te fuiste. 
Soy como la rosa, Logan, soy vanidosa, y me creo la mejor, y en realidad cuando me quedo sola, soy frágil. 
Vuelve.
Ya me he cansado de rezar a un Dios que nos abandonó hace mucho. 
   Vuelve.

miércoles, 8 de febrero de 2012

HOLA.

NO SÉ EN QUÉ ESTABA PENSANDO. SÓLO SÉ QUE CUANDO TERMINÉ Y ME DI CUENTA DEL DESASTRE DIJE:
-Hola. 
Y TÚ DIJISTE:
-Hola.
¿NUNCA TE PREGUNTAS POR QUÉ?

Peter Pan

Llegó un punto en el que ya no se podía ser un niño.
Magia siguió luchando por serlo. 
¿Quién dijo que había que crecer?
Magia luchó por poder vivir sin más, con un sólo sueño: seguir.
Y tal vez, dominar el mundo.
   Mientras tanto, le gustaba disfrazarse y jugar a ser Peter Pan

La camiseta de la rana Gustavo

Sé que no tenía ningún tipo de sentido. 
Me refiero al día que me desperté y decidí que no me gustaba esa camiseta de la rana Gustavo que tienes. Sí, esa verde y enorme.
Cabríais dos como tú. Y voy más lejos. Cabríamos dos como yo.
No soy gordo, no. Pero esa camiseta sí.
Pues eso. Esa camiseta no debía estar entre tu ropa. Es como un gallo en la ópera o una falta de ortografía en un diccionario. No lo entendía.
Y sé que no tenía sentido. Soy así. O lo tomas o lo dejas.
De acuerdo, no soy Dios, ni tu padre para decidir que llevas o no. Pero esa mañana, cuando me levanté y te vi tirada en el suelo, llorando por nada y te vi con esa camiseta puesta pensé Puto gordo. 
Recuerdo la cara de horror que pusiste cuando cogí las tijeras y me acerqué a ti.
Me sigue doliendo la cara y los... pues eso. Que no eres precisamente débil.
Pero no hice nada en ese momento. Seguí rompiendo la camiseta, aunque sabía que no tenías nada debajo.
Bueno, vale: seguí rompiendo la camiseta porque sabía que no tenías nada debajo.
Fin. 
Pensé que te irías tú antes. 
Como si tú te rindieras a la primera. 
Pensé Los dos somos solitarios. Nos es desconocida hasta nuestra sombra.
Pero tú seguiste luchando por los dos. Yo me rindo más fácilmente.
Recuerdo qué tomé la decisión cuando te fuiste a la cama, porque no podría haberte mirado a los ojos de haberlo decidido antes. Y me gusta mirarte a los ojos. Desafiarte.
Cuando te dormiste hice las maletas, y no pensé que esa mañana te despertarías al amanecer.
Vi en tus ojos que ya lo sabías 
¿Desde hacía cuánto, Lucy? 
Te gusta luchar batallas perdidas. 
A mí me gusta huir de las guerras.
Somos parecidos cuando estamos sólos, juntos somos distintos.
Pero me lo pasé bien, Lucy.

Eso te lo concedo.

Desaparezco.

Tú ya me conoces. No tengo ni rastro ni dirección. Me alejo de todo y de todos, en silencio y poco a poco, hasta que desaparezco.
Le robo minutos al pasado para no llegar al presente, aunque no tenga sentido.
Yo mismo no tengo sentido.
Me suele ir mejor cuando no pienso en el futuro.
A veces me paso la raya, sí. Pero tú eres la raya, y eres demasiado perfecta para quedarme lejos de ti.
Sin embargo, no puedo seguir en este sitio.
Necesito irme, olvidar, seguir siendo yo porque soy yo, no porque estés tú. Seguir un camino que nadie más conozca, descubrirlo, sufrirlo...
Tú ya me conoces. No tengo ni rastro ni dirección. Me alejo de todo y de todos, en silencio y poco a poco.

                                                        Hasta que desaparezco.

martes, 7 de febrero de 2012

Esbirra.

Santi se levantó y, mirándose al espejo, encendió el cigarro que llevaba en su boca.
-Madrid...Soy el rey del mundo.
Madrid, sentada en el suelo, se dignó a levantar la mirada con cara de asco.
-Tu madre- se limitó a decir.
Santi se volvió a sentar con el humo en la boca.
-Sí. Y tú, mi esbirra- dijo expulsándolo lentamente.
Madrid negó con la cabeza.
-Deliras, Santi- murmuró mientras cerraba los ojos de nuevo.
Santi la fulminó con la mirada.
-Cállate. Esbirra de mierda- murmuró.



¿Un límite? No creo.

Todos tenemos algo de lo que preocuparnos.
¿Un límite? No lo creo.
A veces te estalla en la cara lo que llevas tiempo escondiendo tras de ti.
No hay que mirar hacia atrás hasta que no puedas mirar hacia delante.
No hay que fijarse en lo demás hasta que no te conozcas a ti mismo.
Y cuando decidas vivir con lo que tienes y con lo que te toca vivir, entonces, inventa sueños, toca el cielo, supérate, ponte metas. Corre.
Porque sino puedes contigo, no podrás con nada.
Ten lo que hay que tener, y vive, con una sonrisa.

lunes, 6 de febrero de 2012

Con cariño. Logan.

No me gustan las cartas de amor. No es una carta de amor. Es una carta de verdad. 
Querida Sarah:
Sí, te habría besado.
Cuando viniste a mí y me pediste ayuda por lo de John, sí. Te habría besado.
Y no lo habría hecho porque te quiero, de veras. No lo hubiera hecho porque tú me quieras. No lo hubiera hecho por necesidad, ni porque quisiera enseñarle a ese tal John quién manda.
Te habría besado porque era el momento perfecto. Porque estabas débil, y yo era fuerte, porque no entendías y yo sí. 
Porque ibas con unos vaqueros cortos y me encantan tus piernas y porque cuando lloras y estás de mala leche estás mucho más apetecible. Te habría besado porque a veces me miras como si quisieras, porque a veces vienes a mi habitación y te limitas a dormir a mi lado. Lo habría hecho, porque tarde o temprano habría pasado, y porque el tiempo hay que aprovecharlo.
Lo habría hecho porque todo lo que he vivido contigo no lo viviré nunca más con nadie, porque no hay nadie más con quien vivirlo.
Lo habría hecho aunque hubiera más gente en el mundo.
Y lo habría hecho, sobre todo, porque soy un puto humano, y cuando te miro, veo la oportunidad de aprovecharme de una diosa.
Pero no lo hice. Punto.
Con cariño.
Logan.


5(6) Razones para ser Danna

(Alaaaa) Soy la mejor del mundo.
Dijo Danna.
__


(0)Distinta realidad:
-El bien está muy visto. Con estos tiempos que corren, es mejor hacerse mala. Mala... o excéntrica.
_____________


(1)¿De dónde c*** es su gato?


-Tiene cojones la cosa.
-La cosa es mi gato, y sí, tiene cojones.
(Pero es verdad, ayer era una gata)
___________________________


(2)Cosas que no dijo porque no: 
Lo de su gato/a (Pero es verdad, ayer era una gata)
-Me gusta el regaliz negro, pero...
NO, NO LO QUIERO DECIR.
__________________________________________


(3)Va rompiendo esquemas. Esquemas y lo que quieras. 
___________________________________________________________

(4)Su razón favorita:
Porque sí. 
¿Por qué? Porque sí.


______________________________________________________________________________
(5)Soy jodidamente mala, a nadie le importa, y a mí, que soy yo porque me da la gana, /porque podría ser tú siquisieraperonoquieroporqueeresmuyaburrido/, me gusta ser así.



Ángel de nieve

Me detuve a sentir el frío que pasaba del aire a mis venas sin permiso.
Lonely no paraba de parlotear, pero yo no estaba por la labor de escucharla.
-Jake, ¿me estás escuchando?- me miró con exigencias.
-No- contesté. Se giró, callada y empezó a andar dos pasos por delante de mí, a toda pastilla.
Sabía que se había enfadado, pero me daba igual, porque a veces era tan terriblemente humana, que se volvía aburrida.
-¿Qué pretendes hacer aquí? No podemos dejar el Ferrari solo- grité desde atrás.
No contestó. Seguía enfadada. Tampoco la veía, así que no supe que estaba haciendo.
Seguí caminando así como diez metros por la nieve y me encontré a Lonely tirada en el suelo.
-¿Qué haces?
Sacó la cabeza de la nieve y me miró como si fuera tonto.
-No, no sé por qué tienes la genial idea de tirarte en la nieve.
Su expresión cambió a una severa preocupación.
-Jake, ¿no sabes qué es un ángel de nieve?
Su pregunta me aturdió. Me aturdió mucho.
-Sí, pero...
No dije más, porque no sabía que decir.
A ella le bastó.
-Es una de las cosas que nunca hice y siempre he querido hacer- dijo hundiendo de nuevo la cabeza en la nieve.
-Me sorprende que lo hagas bocabajo.
Pero no me escuchó. Empezó a mover las piernas y los brazos de arriba a abajo y en la nieve se empezó a dibujar una figura un tanto amorfa.
Cuando consideró que había terminado, se levantó sonriendo y me miró contenta.
-Precioso.
-Sí- murmuré. A veces hay que saber cuando decir pequeñas mentiras sin importancia.

domingo, 5 de febrero de 2012

Preferencias

A ella no le gustaban los finales felices. No creía en el príncipe azul. No entendía la magia salvadora. Ni le gustaba la inocencia de los buenos. El triunfo del bien. El odio al malo.
Pero sin embargo, era buena. Y era buena, porque alguien tiene que serlo, porque alguien tiene que fingir que no tiene trapos sucios, alguien tiene que llorar por las injusticias. 
Mía hacía bien de buena, no cometía errores fatales y sabía inventar Países de Nunca Jamás.
De eso estaba segura.
Pero...
-¿Qué pasaría si prefiero tener un pasado oscuro?
Se sentó en el enorme y mullido sillón, frente a la chimenea.
Don le miró sin comprender.
-No creo en los buenos. No creo en la felicidad de los buenos. Aunque haya nacido para serlo.
Y no podía soportarlo más. Ella quería tener ideas, llevarlas a cabo, equivocarse, tener la culpa, odiar a sus propios malos, que nadie la comprendiese, que nadie la quisiera, para no tener nada que perder. Que le tuvieran miedo, que hubiera silencio allí donde ella entrara.
-Por eso no quiero seguir siendo Blanca Nieves. Quiero ser la bruja. Darle la manzana.
-Y morir al final del cuento.
-Y perder. Me gustaría perder de vez en cuando.
                                                                                                                
                  Ser la sombre en lugar del sol.

sábado, 4 de febrero de 2012

Eres guapísima sin gafas, nunca me había fijado. =)

-Maldito imbécil. Son todos unos imbéciles.
-¿Qué?
-Va y me dice: Eres guapísima sin gafas, nunca me había fijado.
-Maldito imbécil.
-¿Cómo se atreve? Prácticamente me ha dicho que soy fea cuando estoy con gafas.
-Qué simples.
-Inútiles mentales.
-Torpes.
-Y lo peor es, que aunque me dijera que soy la tía más fea del mundo, aunque me gritara que soy tonta, que soy lo peor, aunque se burlara de mí en todo momento y aunque metiera la pata ochenta mil veces, seguiría teniendo la esperanza de que un día me besará.
-¿En serio? Pero si es Aitor.
-Ya, puaj, Aitor no, pero, ¿a que mola la frase?
-Lo más bonito que he oído en mi vida.
-Los tíos no saben decir eso.
-No.
-No.

A mí.

Podrías decir que no conozco el horror, pero me conozco a mí.

Sin reglas.

Tim cerró los ojos y dejó a Jim hacer. Dejó que le cogiera la mano, que le rozara los labios, que le atrajera hacia sí. Y le dejó hacer, porque él no sabía decir que no. 
Le dejó que acariciara su pelo negro y se separara de él un sólo segundo, para mirarse el uno al otro.
Pero ninguno dijo nada, se entendieron con las miradas. Jim quería seguir, Tim no quería parar.
Tal vez nadie lo llegase a entender. Ni yo misma lo hubiera entendido, sólo puedo hasta cierto punto. Pero ellos se amaban. En un plano superior ¿Valía todo? Jim lo creía así, Tim no podía pensar. Se enredaron el uno en el otro. En un momento así, maldito el que hubiera respirado. El mundo estaba hecho a medida de otros, para otros eran las reglas. 
Había que romperlas.
Tim se agarró con fuerza. Notaba el frío y áspero tacto de la ropa de Jim. 
-¿Te podría querer?- preguntó.
Jim no dijo nada.
                                               A buen entendedor, pocas palabras bastan.


Pelotas a la cabeza

Desde la noche pasada.
Anna llevaba sin pensar un día y medio.
Sand ya se empezaba a preocupar.
-Piensa, Anna.
-Así que Alessandro ¿Eh?
Sand suspiró con todas sus fuerzas, desquiciado.
-¿Otra vez¿ Sí, soy Alessandro. Jugábamos de pequeños- afirmó.
-Jugabas conmigo de pequeños- le corrigió Anna.
Sand sonrió.
-Eso suena peor de lo que es.
-¡Me tirabas los balones a la cara!
-¡Porque tú te reías!
Anna calló unos segundos, pensando como decirlo.
-Porque tú eras mi ídolo- farfulló con vergüenza.
Sand sonrió, un poquito.
-¿Y ahora?
-Ahora eres un idiota.
-Sin duda.
-Con gracia.
¿Con gracia?
-Que tienes gracia en ser un idiota. Se te da bien...
-Es que todos hacemos algo bien.
-Yo hago todo bien.
-Sí, hasta recibir pelotazos en la cara.
Anna ignoró el comentario.
-Pero me salvaste. Tenías como dieciséis años y me salvaste.
-¿Eso me hace un idiota?
-No, eso te hace un héroe. Te hace un idiota que me volviste a dejar...Y que me tirabas balones a la cabeza cuando tenía diez años.


De chistes y sonrisas están hechos los buenos.

De siempre y para siempre, habría gente que me quisiera. A veces, gente que me odiara. Una sola vez, estaría realmente sola.
De eso me di cuenta cuando pensé que ya no tenía a nadie. Salieron todos como las setas a contagiarme su ánimo, sus ganas de sonreír, de gritar y de llorar todos juntos.
-Así no, cari, así no se puede.
-Cállate, tonta, lo mío no es sonreír porque sí.
-¡Pero si es que no te gusta ninguna de mis razones!
-Porque no es gracioso que cuentes chistes malos.
Se muere de risa.
-Depende. El de el inglés, el francés, el chino y el español...
-Malísimo.
Sonrío.
-Ajá, lo he conseguido.
-¡Arg! Te odio ¿No podré estar depre ni un sólo instante?
-Cariño, este es mi super poder.
-Pues entonces yo soy tu supervillana.
-Esos siempre pierden.
Pues ya está, eso me basta.

viernes, 3 de febrero de 2012

Paciencia

-Puto imbécil- Madrid le dio otra patada más a la pared. Santi, sentado en el sofá la observaba con sus típicos aires de superioridad y su sonrisilla burlona.
-Respira, Mad- se bufó.
Madrid se miró al espejo colgado de la pared. Estaba totalmente roja de rabia. Sacó una cajetilla de su bolsillo y se encendió un cigarro.
-Déjame, Santi ¿Cómo me ha podido hacer esto?- preguntó. El humo salió con sus palabras y su decepción.
-Porque te odia.
-Pero es caer muy bajo. No vale.
-Bueno, Leprosa, no todos son como nosotros.
Madrid le pegó otra calada al cigarro y expulsó el aire con la mirada fija en su compañero.
-Como yo, Santi, como yo. Tú eres peor que él.
-A ver, Leprosa, no te pongas farruca. Intenta canalizar tus emociones.
Santi empezó a hacer movimientos amorfos con las manos en el aire con los ojos cerrados.
Madrid respiró hondo e intentó tranquilizarse. Cerró los ojos. Los abrió. Le dio una calada a su cigarrillo...
-¡Que tratar de canalizar ni mierdas! Yo hago lo que se me viene a la mente- gritó.

                Madrid no era precisamente paciente.


jueves, 2 de febrero de 2012

Y es para siempre.

Sarah suele decir:


Lo bueno del dolor, Logan, es que me provoca ideas. Y ahora, he tenido una muy mala...


Logan suele responder:


Cariño, las malas ideas son las más divertidas.


Logan suele decir:


Mi profesor de química decía...


Sarah suele responder:


¡Que le jodan a tu profesor de química! Los químicos se aburren e inventan cosas.


Sarah suele decir:


Me gusta.


Logan suele responder:


Acabáramos...


Logan suele decir:


De ahí a que te atropelle un coche en Siberia, hay un paso.


Sarah suele responder:


Que te jodan, Logan, yo soy más lista, y eso es para siempre.









Alessandro

Sand miró su reloj. Eran pasadas las seis de la mañana.
-Anna, necesitas dormir- le murmuró a la somnolienta chica.
-No. Necesito que me cuentes uno de esos cuentos, de esos que cuentas cuando estoy medio despierta. Aunque no me acuerde ni de la mitad, siempre recuerdo la moraleja. Necesito que me enseñes, porque soy una puta inconsciente y todo lo hago tarde y mal.
Sand miró a la chica, le cerró los ojos con los dedos y se puso cómodo sobre el frío suelo de la calle.
Suspiró. 
Anna también.
-¿Sabes cuál es mi nombre?
Anna negó débilmente con la cabeza.
Sand esperó un rato para volver a tomar la palabra.
-Alessandro.
A Anna no le impresionó en ese momento.
-Sigue- musitó, al borde de la inconsciencia.
Pero Sand no siguió. Anna ya tendría suficiente para el día siguiente.
Y al despertar, Anna recordó, que su pasado guardaba un nombre cerrado bajo llave, enterrado en las antípodas, a tres metros bajo tierra, olvidado en un océano de confusión, perdido en esa niebla de cuando eres pequeña. 
Y sí, había miles de Alessandros en todo el mundo, pero ninguno tenía esa expresión decaída en la mirada. Ninguno compartía esa sonrisa. Ninguno olía a pólvora pasada por diez años, y a ninguno le gustaban tanto las malas formas. Por primera vez, Anna recordó algo qué había pasado hacía más de unas horas. Tuvo pasado.

No soy Gandhi

Al principio no quiso mirar. No se sentía con fuerzas. Notaba como todos la miraban, la apuntaban, se burlaban de ella. Sólo por llevarles la contraria. Una vez más. Levantó la cara y fijó sus ojos en los de su contrincante. Él también la miró.
-Déjalo, Mía, te he fulminado- gritó para que todos le oyeran. Mía murmuró algo que ni ella pudo comprender, pero que no sería nada bueno-¿Qué? ¡No te oigo!- Mía le lo intentó de nuevo.
-Que te vayas a la mierda. Puedo contigo y con cien como tú.
Una profunda, malvada y escandalosa carcajada salió de la garganta del tipo.
-¿Cómo? ¿Hablando?- preguntó.
Los demás también se rieron.
Pero Mía se levantó, despacio, con torpeza. En silencio. 
Le miró a los ojos, cogió rápidamente algo de su cadera, algo que nadie vio hasta que lo tuvieron delante. 
Mía paseó la mirada por los rostros de los asistentes, satisfecha al comprobar el terror en sus ojos.
-No soy Gandhi, Ray- le espetó. Tiró la pistola al suelo y empezó a alejarse- Pero tampoco soy tú.