-¡Eh, rubia!- grité desde mi Ferrari.
Lonely se giró, dándose (como siempre) por aludida.
-Estaba pensando que igual cambiabas un viaje a Tennessee por...- dudé al decirlo. No quería devolver mi...-Ferrari.
Pensé que Lonely se abría olvidado de mí. Ella dejaba huella, pisaba fuerte. Yo no. Pero me recordó.
-¡Jake! ¿Qué haces aquí?- preguntó sorprendida.
-Devolverte esto, supongo- mi sonrisa se ensanchó por su reacción. Me devolvió el gesto- pero sólo a cambio de un segundo viaje, eh.
No tenía ni idea de cuál sería su respuesta. Podría decir que no. Yo no era nadie; era un extra de los miles que había en su película mental. Además puede que muchos admiradores no secretos le hubieran pedido un "segundo viaje más" de mil maneras distintas. Además, los Ferraris le interesaban tanto como los postulados de Bohr.
Pero podía decir que sí.
Porque Loneliness rompe esquemas, va en contra del mundo y sabe ser totalmente impredecible.
Subió al coche y dejó la mochila en el asiento trasero.
-Pero yo elijo el destino.
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