-Podemos bailar- susurró Lonely mientras jugueteaba con las mangas de mi abrigo.
-O no.
Me lanzó una mirada vacía, como si estuviera mirando a una idea.
-O no- coincidió- De hecho, no me gusta bailar. Puedes sacar la guitarra y...
-O podemos bailar.
-No queríamos bailar.
-Pero tampoco queremos oírme tocar.
Otra de esas miradas. Y una sonrisa.
-No me gusta utilizar el plural. Yo sí quiero.
Sonreí.
-Y yo verte bailar.
Cogió lo que quedaba de ron y se lo hecho a la cara.
-O darnos un baño.
Me levanté de un salto. Pero me mareé. Con tanto alcohol no me aclaraba. Lonely llevaba en las venas más alcohol que sangre.
Se levantó. Me cogió de la mano y se volvió a caer. O nos tiró. Acabamos desparramados por la hierva de nuevo. Pegados.
-Juntos.
Se ladeó para dejar caer sus labios sobre los míos. Cuando los separó, una risilla asomó a través de sus dientes.
-Me quieres- susurró.
Lo sopesé durante unos instantes. Sonreí.
-Puede ser, puede ser.
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