Ahora las heridas eran líneas finas de color rosado que recorrían el antebrazo de arriba abajo y la boina, como todo lo que pasaba por sus manos, estaba en la basura.
-Eh, tú, moreno ¿Te gustan los coches?
Miré el Ferrari amarillo que tenía delante de mis narices, ya viejo y asqueroso. Lo tenía que limpiar. La primera vez que vi a Loneliness estaba brillante y perfecto. Ahora, como ella, tenía heridas de guerra.
-Sí ¿Por qué?
Rocé mi mejilla con los dedos. Yo también. Y secuelas psicológicas graves.
Pero ella no estaba. Se había largado, y yo estaba en la basura, como la boina francesa.
-Me preguntaba si me llevarías a Tennessee a cambio de ese Ferrari.
Pero yo tenía mi coche, y ella... nada. Ella sólo había tenid
o este coche y sus heridas de guerra.
-Claro ¿Por qué no? Es un cochazo.
Imbécil inconsciente. Ni siquiera me lo pensé, no me extrañó ¿Qué iba a hacer? Es mi Ferrari.
Pero ella era el precio a pagar, y era un precio demasiado alto. Además, me ha timado
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