Entra en la habitación. Huele a café y a tabaco. A una mala noche y a la colonia barata del supermercado.
Tiene a sus espaldas el sabor de los labios de una mujer de saldo. De esas que quieren por una noche.
Cierra la puerta y, sin mediar palabra, se sienta en la silla vieja de madera oscura.
-Ya lo sabemos. Lo sabemos todo.
Los ojos de Ella pasean por la habitación, ajenos a lo que oyen sus oídos.
-No sabes nada- murmura con odio.
Sin embargo, el tipo de café, tabaco, colonia barata, y chicas de saldo no es de esos que ponen las cartas sobre la mesa.
-Me lo ha contado Juno.
-Juno...
-Sí, Juno. Habla.
Ella se levanta de la silla y empieza a caminar.
-Era un simple trabajo.
-¡Que hables, joder!
-¡Cállate! ¡Cállate! Maldito rencoroso. Sé que llevas tanto tiempo esperando este momento... ¿Cuándo decidiste ser el malo de la película?
-Exactamente cuando tú decidiste que eras la buena.
Los ojos almendrados de Ella estallan en lágrimas y el maquillaje le resbala por la cara.
Aún lleva aquel incomodo vestido de fiesta y esos tacones altos como montañas.
-Nunca me pongo nada de esto. Me gustan los pantalones pitillo, las sudaderas anchas y el pelo corto, a lo chico.
-Y las Vans y las Convers...
-Pero hace seis meses que no me corto el pelo, ni me visto como quiero.
-Porque tenías que ser otra...
-Muy distinta de la que soy.
-No sabes cuánto te odio, Eme Taylor.
-Tanto como me conoces ¿Cuándo decidí rendirme y llorar? Ya no puedes odiarme, ya no soy la misma.
-Odio a Eme Taylor.
-Yo ya no soy ésa. No sé serlo.
-Eres lo que eres. Tienes la misma voz, los mismos ojos, la misma forma de mirar. Respiras igual de lento, caminas igual de rápido...
-¿Y éso qué importa? ¡Qué importa! No importa nada. No importa porque ya no soy yo. No me reconozco. Esos ojos de los que hablas, nunca lloraron. Esa respiración jamás fue tan rápida y jamás caminé tan lento.
Ella se quita los tacones con rabia y los lanza contra la pared.
-¡Y todo por estos zapatos!- grita. Se gira hacia el tipo del as en la manga- Todo por tu culpa. Tuya, tuya y sólo tuya. Ya no puedes odiarme a mí. Deberás odiar a Eme. Yo soy una llorica. Una niña mimada. No puedes odiarme por lo que hizo Eme.
Ella vuelve a sentarse y, apoyando la cara en la mesa, empieza a llorar desconsoladamente.
-Pues vuelve a ser Eme. Sal huyendo de aquí y déjame con la cara de imbécil que se me queda cuando te vas. Porque deseo a Eme tanto como la odio. Y tú ni me vas ni me vienes. Haz que vuelva Eme, y que te lleve de aquí corriendo, descalza y con el vestido hecho un asco. Quiero a Eme Taylor aquí y ahora.
Eme levanta la cabeza y mira a los ojos al tipo de los ojos azules.
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