Había comenzado una guerra fría.
Los ejércitos estaban preparados, en tensión y a punto para saltar a la batalla.
Sólo hacía faltaba la afirmación de Sahara.
Nadie excepto Jade sabía muy bien que estaba ocurriendo, pero Sahara había recibido órdenes de la Reina de los Caídos.
-Si al amanecer no ha llegado Lucy, ataca.
-Pero...
-Si sale el sol, y Lucy no ha llegado, a-ta-ca.
-Lucy podría retrasarse, su misión es muy difícil y un retraso no sería raro.
-Lucy debería llegar antes de que amanezca, no podemos arriesgarnos a que el sol recorra mucho cielo: podríamos acabar todos muertos.
Con estas palabras, Jade, la Reina de los Caídos, se había ido, dejando a Sahara al mando de todo.
La presión de cada minuto que pasaba le desgastaba enormemente, porque, si al final de la noche Lucy no había aparecido, su muerte estaría asegurada.
Una voz por detrás de Sahara la sobresaltó.
-Lucy vendrá.
Annibal se colocó frente a la ventana, a observar como la luna se ocultaba tras los primeros rayos de sol.
Sahara dejó que su máscara de nada desapareciera para dejar paso a un segundo de angustia. Después volvió en sí.
-No puedo apurarlo más...
-Es tu hermana. Jade se ha vuelto loca, ¡no puede hacerte esto!
-Lucy no es mi hermana ahora. En esta guerra, Lucy es un soldado más, uno importante, pero sustituible.
Annibal negó con la cabeza.
-Si aún te quedan sentimientos, Sahara, Lucy sigue siendo tu hermana pequeña.
Sahara sólo derramó una lágrima. Cerró los ojos, bajó la cabeza, cogió aire, y, cuando se recuperó de su flaqueza, miró al frente, inexpresiva.
El sol iluminaba ya las colinas y no había rastro de la cruel noche, que, sin piedad, se había largado, dejando que la esperanza de Sahara se fuera con ella.
La soldado negó con la cabeza, todavía sin rastro de ningún escrúpulo. No le temblaron las piernas, ni la voz, sus ojos no reflejaron el horror que en realidad se apoderaba de ella. Como si fuera una autómata, levantó la voz y dijo:
-Que empiece la guerra.
Sólo por la noche, cuando se quedó sola y volvió a repetir la misma frase, se permitió llorar y odiar a Jade en silencio, y odiarse a sí misma. Lucy había muerto por su culpa.
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